Es difícil aceptar el alejamiento de aquellos a quienes amamos. Las razones concretas de la separación casi nunca importan tanto como el dolor, tan fuerte, tan universal. Es peor cuando uno se encuentra arrastrándose para perseguir una amistad que la otra parte ya ha superado, o desea olvidar. La humillación de perseguir algo que uno necesita, pero que el otro desprecia. Dejar ir es una de las lecciones más difíciles de aprender. Comprender que ha sido nuestra culpa, que nuestras propias conductas autodestructivas son aquello que llevó, inevitablemente, a romper la relación, es quizá aún peor.
Brockhampton fue una banda para la adolescencia. Me resulta difícil creer que pueda ser comprendida en su totalidad fuera de ese contexto. Sino de adolescencia al menos de juventud, y una juventud particularmente masculina. Un grupo de cantantes, raperos, productores y diseñadores conociéndose en un foro de internet, mudándose juntos a California, viviendo en la misma casa produciendo música día y noche; en eso consistía Brockhampton. La trilogía Saturation representó la época más divertida, original, creativa y sin compromisos. Luego Ameer Van fue acusado de abuso sexual y tras ser echado del grupo salió iridescence, un disco improvisado, caótico, no muy bien recibido. La tristeza y la furia, la depresión y el enojo, comenzaban a hundir a la banda. En 2019 llegó GINGER, en mi opinión su mejor disco, donde reflexionan más calmadamente sobre el rumbo a tomar, y qué significa perder una amistad. GINGER es un álbum sobre los momentos más bajos. Roadrunner fue un intento de consolidar la banda, volviendo al estado de pura creatividad como en los primeros discos pero también manteniendo la madurez emocional de su trabajo posterior. A pesar del éxito artístico, los números no acompañaron. Un tiempo después la banda anunciaba su ruptura.
Más allá de las razones concretas hay mucho que decir sobre el final de Brockhampton. Quizá represente algo distinto para cada persona que los haya escuchado durante estos años. Este escrito es un intento de capturar qué significó para mí.
La música de esta boyband particular siempre significó, más que cualquier otra cosa, un sentido de comprensión. Los chicos no sólo escribían sobre fiestas, drogas y sexo, pero también sobre el desamor, conflictos familiares, depresión, sobre buscar respuestas en Dios, y sobre no encontrarlas. El atractivo no era vivir en una fantasía de éxito, superar difíciles condiciones económicas para volverse rico y famoso. Vivir la fantasía del hip-hop formaba parte de las letras del grupo, al menos parcialmente, pero algo siempre volvía, aquello que los hacía tan únicos: su cruda honestidad. Las emociones no se escondían detrás de una máscara de masculinidad. Los chicos cantaban hasta desgarrarse la garganta, lloraban hasta quedarse sin lágrimas, expulsaban sus miedos y sus pensamientos más oscuros sin inhibirse por lo que otros podrían pensar. Era una banda con un espíritu muy adolescente porque era, sí, extremadamente dramática. No podía evitar serlo. Pero esta era también la música que permitiría a muchos alcanzar una madurez emocional en la que sentirse cómodos expresando aquello que supuestamente ningún chico puede expresar. La música de Brockhampton siempre fue una forma de mostrarnos que ese dolor no era único a nosotros, que alguien más se sentía así, y si ellos tenían los huevos para expresarlo, ¿por qué no yo también? Ese grupo de chicos divirtiéndose, haciendo música rara, filmando vídeos clandestinos, se volvió un lugar seguro donde, cuando nadie más entendía lo que uno estaba pasando, allí estaban ellos con lo que siempre se sentía como un profundo, melódico abrazo.
Kevin Abstract, líder del grupo, será probablemente recordado como un pionero por ser de los primeros en empujar un sonido tan creativo mientras hablaba sobre sexualidad, su sexualidad. Un rapero gay siempre será aceptado mientras elija ocultarlo, pero ese no fue el camino que Abstract decidió tomar. Su sexualidad era una constante, necesitaba serlo. Por extraño que suene uno deja de rechazar tanto su propia sexualidad cuando escucha a un artista que admira rapear sobre cuánto le gusta chupar pija. Es raro, incomoda cualquier masculinidad tradicional, pero también logra romperla de una manera mucho más radical que cualquier lucha liberal por la aceptación de la homosexualidad. Kevin nos mostró que ser gay, especialmente en un ambiente tan homofóbico como Texas, no implica tener que esconderse, ni la imposibilidad de vivir libremente la propia identidad. En este sentido nunca un verso sobre pija resultó más liberador.
Hasta donde sabemos por sus propias palabras Kevin fue un líder problemático. “Convertí mis amistades en un negocio” es una constante de The Family, promocionado como el último disco de la banda, el cual consiste exclusivamente en Kevin criticando sus acciones, sin arrepentirse, pero ahogado en las mismas emociones que caracterizaron el final de la banda: enojo, hacia los fans, hacia miembros del grupo, hacia él mismo, y tristeza de que estas amistades tan preciosas hayan acabado culpa del dinero, la presión, y su propia inmadurez. Kevin fue un líder fenomenal, pero no fue un buen amigo, y quizá fue esa la razón de la ruptura. El profesionalismo, la ambición y la exigencia no serán siempre compatibles con las amistades que uno más valora.
Es difícil escuchar un álbum como The Family. Es un proyecto que se ahoga en soledad. Problemas con el alcohol, relaciones tóxicas, desilusión con el éxito, con Kevin maldiciendo el contrato que le permitió ayudar a su madre, maldiciendo al negocio que le dio su carrera pero le quitó a sus amigos. Es hermoso y desesperante, con niveles de sinceridad tan fuertes que por momentos se torna emocionalmente abusivo. A veces uno se pregunta cuál es el propósito de un final así, tan deprimente, tan real. Precisamente es esta crudeza de la que venimos hablando la que permite concluir, como el último capítulo, esta especie de tragedia. Tras todo ese conflicto sólo queda el líder sin un grupo al que liderar. Escuchando sus versos es imposible no pensar que si esto era inevitable, si podría haber ocurrido de otra manera, si las amistades, si el arte, podrían haberse salvado, y no cruelmente aplastados por el egoísmo y las dinámicas de una industria tan tóxica. Uno también se pregunta si podría pasarme a mí, a mis proyectos, a mis amistades.
El propósito de The Family es el mismo que el de cualquier obra de arte: expresar lo que uno siente para que otros no se sientan menos solos. Toda expresión artística es así un intento fútil de destruir la separación entre las personas, de desdibujar la individualidad que nos encierra en nuestras propias mentes y no nos permite nunca estar realmente conectados. Existe un inescapable abismo entre cada persona, una enfermedad que el arte intenta subsanar. Escuchar a otra persona expresar lo mismo que uno siempre ha sentido, pero nunca ha encontrado las palabras para decirlo, o nunca ha encontrado a alguien que se moleste en escucharlo de verdad, en entenderlo, ése es uno de los valores del arte. Cerrar la brecha entre lo que uno siente y lo que no puede expresar. Es lo que nos atrae a música así, el vernos reflejados en personas con los mismos problemas que nosotros. El mero hecho de expresarlo ya es un acto radical. Ver a alguien hablar abiertamente sobre su depresión, su sexualidad, su egoísmo, hace que nos sintamos vistos, nos permite reconocer esa parte de nosotros que ocultamos por vergüenza o por miedo. Sólo pronunciadas en voz alta estas emociones se vuelven ‘reales’, importantes, tangibles. Dejan de ser el confuso caos del alma para volverse algo a lo cual señalar y decir: “Eso, es eso. Es así. Así me siento… Eso soy”.
La particularidad principal de este sentimiento es la de que quien recibe la impresión verdaderamente artística está tan unido al artista que siente como si ese trabajo fuese el suyo propio y de nadie más, ya que expresa lo que tanto ha ansiado poder expresar. Una verdadera obra de arte destruye, en la consciencia del recibidor, la separación entre él mismo y el artista, pero no sólo eso, sino también entre él mismo y todas aquellas mentes que han recibido aquella obra. En esta liberación de nuestra personalidad de su separación y aislamiento, en esta unión de uno con otros, reside la característica principal y la atractiva fuerza del arte. (Tolstoi en ¿Qué es el arte?)
La expresión artística se vuelve así una manera de subsanar, al menos parcialmente, la soledad. Por supuesto que uno debe salirse del mero ‘consumo’ (que fea palabra para hablar de arte) y vivir una vida real, hablar con otros realmente; sólo así se logra escapar a la espiral de estar solo. Pero insisto, el arte es un primer paso para entender que no estamos verdaderamente solos, que otros se han sentido así, y ellos nos entienden. O al menos podemos sentir que nos entienden. No hay que confundir esto con una relación con el artista, pues lo más probable es que ni lo conozcamos ni valga la pena conocerlo, ya que no nos identificamos con el artista, sino con su arte. Es peligroso confundir los dos y obsesionarse con una persona como si tuviésemos algún vínculo. Lo mismo sucede con Brockhampton: ningún fan sano se cree parte del grupo, pero en esas amistades vemos reflejadas las propias. Vemos el mismo caos, las mismas tensiones, los mismos miedos, los mismos problemas. Se siente como el final de una mala relación que cualquier podría vivir. Un verso que resalta es “ojalá pudiésemos hablar, pero no tengo nada que decir”. Querer solucionar las cosas, pero ya no quedan palabras capaces de curar. Kevin insiste en que ya casi no se habla con el resto de los miembros. Ha habido demasiados roces. El distanciamiento es palpable. La misma decisión de hacer un disco entero donde él es el único miembro de la banda presente ya muestra lo irremediablemente roto de la relación.
Sin embargo, sorprendentemente, unas horas después del lanzamiento de The Family salió otro disco, TM, donde todos los miembros del grupo están presentes. Es un proyecto mucho más convencional, donde pareciera, al menos superficialmente, que nada de lo narrado en The Family hubiese sucedido, como si todo volviera a ser como en los primeros días de la banda. El sonido, a pesar de todo, expresa algo distinto. Son en gran parte canciones tristes, melancólicas, con letras no tan tensas ni violentas pero sí reflexivas, deprimentes. Es un final en dos sentidos; le da a los fans un final en grupo, reminiscente de lo que la banda solía ser, pero también expresa las emociones de un final que nadie quería, pero todos necesitaban.
Las amistades son cada vez más extrañas, mediadas por Whatsapp o Instagram, las personas se vuelven una foto de perfil o una cuenta que no publica. Es común no hablar durante períodos largos de tiempo, guardarse lo que uno verdaderamente siente, mantener una apariencia que no necesariamente coincide con lo que sucede en el interior de uno mismo. A veces las rupturas son tensas, pero con más frecuencia una de las partes deja de contestar mensajes, organiza verse con menos frecuencia, cambia de número sin avisar, y el contacto se pierde en ambos sentidos. Es difícil intentar comprender cómo o por qué sucede, cuando la persona que más te entendía, que más apreciabas, desaparece de tu vida sin explicación, sin dejar rastros. Y cuando uno busca una explicación, aunque sea un último reencuentro, todos los problemas salen a la luz, volviéndose imposible siquiera soñar que se podría volver a lo que alguna vez fue. Uno siente que lo único que puede rescatar son apenas recuerdos.
Es una parte de madurar comprender que las relaciones acaban. Aquellos que te acompañaron durante tus años en el colegio no necesariamente estarán en otras etapas de tu vida adulta. Algunos quizá crucen con vos a esta nueva vida, pero otros elegirán su propio camino, y hay que aprender a aceptarlo. No todas las relaciones duran. Las personas cambian, amistades mueren. El final de la banda que me acompañó en años de depresión adolescente se siente como cerrar un capítulo de mi vida, y también resultó ser una forma de comprender que aquellas personas que extraño no volverán. Quizá las vuelva a ver, pero ya no somos los mismos. Esas personas que éramos ya no están. Quienes fuimos ya no representan quienes somos. Debemos aceptar que el grupo ya no habla, que no pudimos salvar a la familia. Sólo queda esperar que quizá de todo ese dolor se pueda sacar algo de buen arte que subsane esta soledad.
Gracias por leer.