La mayoría de la gente arruina su vida por un malsano y exagerado
altruismo; en realidad, se ven forzados a arruinarse así. Es inevitable que
se conmuevan, al verse rodeados de tremenda pobreza, tremenda fealdad,
tremenda hambre.
En el hombre las emociones se suscitan más rápidamente que la
inteligencia […] es mucho más fácil solidarizarse con el sufrimiento que
con el pensamiento. De esta forma, con admirables aunque mal dirigidas
intenciones, de forma muy seria y con mucho sentimiento la gente se
aboca a la tarea de remediar los males que ve. Pero sus remedios no
curan la enfermedad: simplemente la prolongan. En realidad sus
remedios son parte de la enfermedad. Tratan de resolver el problema de
la pobreza, por ejemplo, manteniendo vivos a los pobres o, como hace
una escuela muy avanzada, divirtiendo a los pobres. Pero ésta no es una
solución, agrava la dificultad. El objetivo adecuado es tratar de
reconstruir la sociedad sobre una base tal que la pobreza resulte
imposible. Y las virtudes altruistas realmente han evitado llevar a cabo
este objetivo. Así como los peores dueños fueron los que trataron con
bondad a sus esclavos, evitando de este modo que los que sufrían el
sistema tomaran conciencia del horror, y los que observaban lo
comprendiesen, igual sucede con el estado actual de cosas en Inglaterra,
donde la gente que más daño hace es la que trata de hacer más bien; […]
la caridad degrada y desmoraliza. […] Es inmoral usar la propiedad
privada a fin de aliviar los terribles males que resultan de la misma
institución de la propiedad privada
-Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo y notas periodísticas,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2002, p. 15.
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