miércoles, 14 de octubre de 2020

Paul B. Preciado

    No les traigo ninguna noticia de los márgenes. Les traigo noticias del cruce, que no es ni el reino de dios ni la cloaca, sino todo lo contrario. No se asusten, no se exciten. No vine a explicarles nada morboso. No vine a contarles qué es un transexual, ni cómo se cambia de sexo, ni lo bien o lo mal que se pasa durante la transición. Porque nada de eso sería cierto o no más cierto que es cierta la luz de la tarde cuando el sol cae sobre algún lugar del planeta Tierra dependiendo de desde dónde se mire. O que es cierta la órbita lenta y amarilla que describe Urano cuando gira. No les diré qué pasa con la testosterona, ni qué ocurre con mi cuerpo. Tómense la molestia de administrarse ustedes mismos las dosis de conocimiento que les sean necesarias y que su gusto por el riesgo les permita.

    No vine a nada de eso. No sé a lo que vine, como decía mi madre indígena Pedro Lemebel, pero estoy aquí. En este apartamento de Urano que da sobre los jardines de Roma. Y me voy a quedar un rato. En el cruce. Porque es el único sitio que existe, lo sepan o no. No existe ninguna de las dos orillas. Estamos todos en el cruce. Y es desde el cruce desde donde les hablo, como el monstruo que ha aprendido el lenguaje de los hombres.

    Ya no necesito, como Ulrichs, afirmar que soy un alma de hombre encerrado en un cuerpo femenino. No tengo alma, ni tengo cuerpo. Soy el cosmos. Tengo un apartamento en Urano, lo que sin duda me sitúa lejos de la mayoría de los terrícolas, pero no tan lejos como para que cualquiera de ustedes no pueda viajar allí. Los espero. Aunque sea en sueños.

-Paul B. Preciado, de la introducción al libro Un Apartamento en Urano

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